Chicos del Barrio Carlos Gardel viajaron por primera vez en avión, desde El Palomar

Pasillo, medio o ventana, todos miran para afuera, esperando ver el mundo desde un lugar que siempre soñaron. Hoy les toca. La sensación de felicidad se mezcla con un poco de nervios e incertidumbre.
Aparecen los dolores de panza y hasta un joven con sangre en la nariz. La sonrisa en la cara los delata. No pueden ocultar las ganas de vivir el momento del despegue de un avión y ver de cerca esas nubes que jamás pensaron en atravesarlas a alta velocidad.


El capitán del vuelo anuncia que están por despegar y empiezan los cuchicheos. La emoción de los pasajeros se palpita desde la cabina del piloto hasta el baño del fondo. Todos leen con mucha atención el manual que está sobre el asiento por cualquier caso de emergencia y escuchan las indicaciones de las azafatas. "El teléfono en modo avión", advierten. Pero en ese momento, la señal telefónica no es lo más importante. Se ven flashes de acá para allá. Los adultos piden fotos mientras que los adolescentes no necesitan ayuda y acuden a la tradicional "selfie".

Yani trata de abrocharse el cinturón. Le cuesta y una de las azafatas la ayuda. Se ríe y mira por la ventana. Se sorprende con la cantidad de botones que hay arriba de su cabeza. Mira todo, no se pierde de nada. Parece feliz aunque en el fondo no está tan tranquila. "Nunca viajé en avión. Me gusta pero tengo un poco de miedo", dice a LA NACION.


Javier acomoda a su familia. Son ocho y ninguno se había subido antes a un avión. El hombre de 35 años no puede creer lo que está viviendo y lo valora mucho, más teniendo en cuenta que hace algunos años había intentado quitarse la vida. "Me drogaba y hasta fui preso. Cuando se separaron mis viejos pensé en quitarme la vida, porque es muy difícil vivir sin el apoyo de tu familia", relata con voz entrecortada, mirando su esposa mientras le da de comer a su bebé. "Que mis hijos tengan la oportunidad que nunca tuve me pone muy feliz. No sabés lo contento que estaban todos cuando se enteraron", agregó
Javier y toda su familia viajó por primera vez en avión Fuente: LA NACION

Ellos son parte del grupo de cuarenta y siete personas que viaja por primera vez en avión, desde El Palomar a Córdoba. Hay gente mayor de 50 años que no pueden contener su emoción hasta bebés de meses que no van a recordar nada de este histórico día para el grupo.

Eduardo es el "profesor" de este sueño. A los 18 decidió dejar su adicción alcohol y como muchos, buscó la recuperación en la fe. Encontró su lugar en una iglesia de Carlos Gardel, un barrio humilde de Morón donde vivió toda su vida. Desde ese momento, se dedicó a ser el "padre" de muchos vecinos que no encontraban su rumbo y corrían el riesgo de caer en la droga y el delito, como muchos de sus familiares.

Abandonado por su padre cuando tenía doce años, intenta que los chicos de su barrio no vivan el mismo calvario. Armó una gran comunidad donde todos los días se juntan en el templo "La Hermosa", bajo el nombre Nueva Generación, donde se organizan distintas actividades recreativas.


Con su empuje, consiguió que Flybondi, la nueva low cost argentina, invite a más de cuarenta personas a presentarse en el Congreso Mover de las Artes, en Córdoba. Allí, realizarán presentaciones durante el fin de semana en danza y coreografia, donde habrá chicos de La Rioja, Misiones, Salta, Buenos Aires y Córdoba, donde estarán hasta el lunes.

"Están todos muy ilusionados con este viaje, es su primera vez arriba de un avión. Les dije que lo valoren y que sean responsables con esta oportunidad. Los chicos cocinaron budines, pan casero y otras comidas para vender y poder comprarse la ropa. Tienen que aprovechar este regalo", cuenta Eduardo a LA NACION, mientras relojea todo desde el pasillo. Durante el vuelo, algunos duermen, otros escuchan música y un par se animan a hablar con el resto de los pasajeros que no son del grupo. "Me estoy haciendo una amiga", dice una joven de 15 años, que habla con una señora que bien podría ser su abuela pero le conversa como si fueran amigas del colegio.

Una azafata mendocina cuida a todos durante todo el vuelo y ya cerca de aterrizar, les pide que se sienten y les da una noticia que es acompañada por una lluvia de aplausos.

"Cuando aterricemos, los de Nueva Generación se van a quedar sentados y van a dejar bajar al resto. Cuando terminen, van a poder pasar a la cabina del piloto", dijo por el micrófono con una sonrisa indisimulable, emocionada de ser parte de este "debut en el aire" del grupo.

Una vez en suelo cordobés, hubo corridas y desesperación por entrar a la cabina, donde fueron recibidos por el comandante del vuelo, que les permitió sacarse fotos y videos dentro de su lugar de trabajo.

Todos bajaron del avión de la misma manera de la que habían subido: una sonrisa imborrable y el teléfono en mano, para poder retratar en imágenes lo que estaban viviendo. Tendrán otro viaje el lunes, cuando regresen a Buenos Aires, pero todos conocieron la vida en el aire y no dudaron en volver a repetir lo vivido si tienen la oportunidad.


Fuente: La Nación

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