El otro no existe

No sé si parece o es así, pero la convivencia urbana está peor que nunca. Últimamente noto una mayor tensión en la sociedad y una dificultad por cumplir con las normas escritas o de simple convivencia. Y cuando se pone en evidencia al incumplidor, la reacción es desproporcionada y sumamente agresiva, al grito de “vos que te metes!!
Tres clásicos: la basura no es mía: me la saco de encima y la dejo donde me da la gana, sin importarme donde sea; estacionamiento en espera: detengo el auto donde quiero no importa el lugar: si hay garaje, parada de colectivo o si es espacio para discapacitados; el ascensor: me apropio del ascensor hasta que termino de buscar todo lo que necesito antes de salir.

Este comportamiento social deviene de un cambio cultural operado desde los años 70 en los que el individualismo y el sálvese quién pueda imperantes durante la dictadura, más el egoísmo brutal y consumista de la era menemista, sumado a la voracidad violenta en la que el otro es el enemigo para el kirchnerismo, primaron sobre la idea de comunidad, convivencia y el respeto por el otro. Así, se detuvo la maduración propia de una Argentina que prometía ser próspera. Y este cambio se transformó en insoslayable.

Todos estos comportamientos devienen de la mirada entrópica en la que el otro no existe en ningún caso. La inexistencia del prójimo va de la mano de una mirada de corto plazo virulenta, que deriva de la necesidad primaria y egoísta, que no tiene en cuenta el impacto que las propias acciones tienen sobre los demás y también sobre uno mismo en el futuro. Llamo a este tiempo crítico “la era de la liviandad”, en la que el prójimo nada importa y dónde lo mediático, lo urgente, vacuo y primario, es primordial. La reflexión, los contenidos, la comunidad y lo trascendente, perdieron la batalla. Debemos volver a empezar.

Fuente: Sergio Abrevaya

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