Lás 2 mil cubiertas usadas, 4 mil botellas y 8 mil latas se utilizaron para construir, en el increíble tiempo de 45 días, un edificio de unos 300 m2. Se trata del nuevo establecimiento de la Escuela N° 12 de Mar Chiquita, levantado entre unas 200 personas que cumplieron al pie de la letra con las premisas del método constructivo del arquitecto norteamericano Michael Reynolds, una eminencia en construcciones sustentables.
La primera escuela sustentable de la Argentina no hubiera sido posible sin el apoyo de Ala, que no solo se convirtio en el principal sostén financiero del proyecto sino que además asumió el compromiso de difundir una obra única y encomiable. Y es que un edificio construido con materiales reciclados, que se autoabastece de agua, energía y calefacción, que produce alimentos y maximiza el uso de los recursos, transmite nuevos conocimientos y valores a los niños y niñas que lo habitan a diario y a la comunidad que lo rodea.
La escuela sustentable de Mar Chiquita forma parte de un plan mucho más ambicioso de la ONG uruguaya Tagma, que consiste en construir una de este tipo en cada país de Latinoamérica. Trabajando con el equipo de Earthship Biotecture, la empresa de Reynolds, Tagma empezó su proyecto levantando un edificio escolar en la localidad charrúa de Jaureguiberry en 2016.
"El apoyo del sector privado es muy importante para nosotros. Unilever fue el único gran sponsor que tuvimos en Uruguay y el principal en Argentina porque gracias a ellos se sumaron otras empresas. Han demostrado que realmente tienen planes que van hacia la sustentabilidad", dice Juan Pablo Méndez, responsable de Comunicación de Tagma.
Una marca sustentable
La participación de Ala en la construcción de esta escuela se enmarca dentro del Plan de Vida Sustentable de Unilever, que tiene como objetivo hacer crecer el negocio pero reduciendo a la mitad el impacto ambiental y aumentando el impacto social positivo.
En tanto marca sustentable, Ala cumple con estas premisas eliminando el uso de fosfatos en todas sus presentaciones. Pero además, desde hace tiempo Ala promueve la educación de los chicos a través de la experiencia. Prueba de ello lo son las diferentes campañas en las que la marca celebra la suciedad como parte inherente del aprendizaje de los más pequeños. Y ahora lo ratifica al convertirse en el principal colaborador del proyecto de construir escuelas sustentables, espacios de encuentro y aprendizaje para toda la comunidad en los que los niños se desarrollarán como agentes de cambio para construir un futuro mejor.
El fuerte compromiso educativo y comunitario de Ala se refleja también en proyectos que promueven el desarrollo de los chicos, como Carreras por la Educación de Unicef y Aprendiendo al Aire Libre, movimiento global de Ala que propone hacer del aprendizaje y del juego al aire libre una inspiración. Construir entre todos
Más allá de los beneficios que traerá para el desarrollo de los chicos, para la comunidad de Mar Chiquita y para el medioambiente, la construcción de la primera escuela sustentable de la Argentina fue una gran experiencia en sí misma. En apenas 45 días, los equipos de Tagma, de Michael Reynolds y de la ONG local Amartya se unieron a unos 100 estudiantes de todo el mundo que llegaron como voluntarios para aprender el método constructivo sustentable y colaborar con la causa.
De repente, una localidad de casi 500 habitantes vio como su población se incrementaba casi en la mitad con jóvenes que hablaban diferentes lenguas. Viviendo en campings, posadas o en casas alquiladas entre varios, los estudiantes recibieron capacitaciones teóricas que inmediatamente pusieron en práctica.
"Fue una experiencia bastante intensa. Construir un edificio en 45 días solo se puede hacer a base del trabajo durísimo de un montón de gente y de una organización casi de relojería. Pero más allá de la tarea, también fue interesante lo que pasó entre los visitantes y la comunidad de Mar Chiquita. Entrabas a un supermercado y había gente hablando distintos idiomas, o intentando comunicarse con las personas locales a veces hasta sin saber español. El Parador donde se cenaba era un punto de encuentro y veías la diversidad cultural en los diferentes platos que se cocinaban con la idea de que todos se sintieran un poco como en su casa", relata Juan Pablo Méndez.
Ya inaugurada, la Escuela N° 12 de Mar Chiquita pronto recibirá a los alumnos primarios, que hasta hoy debían cursar en un establecimiento compartido con la secundaria y que quedaba a unos dos kilómetros del pueblo. El propósito de Ala de hacer de la vida sustentable algo cotidiano aquí también está cumplido.
La escuela sustentable de Mar Chiquita forma parte de un plan mucho más ambicioso de la ONG uruguaya Tagma, que consiste en construir una de este tipo en cada país de Latinoamérica. Trabajando con el equipo de Earthship Biotecture, la empresa de Reynolds, Tagma empezó su proyecto levantando un edificio escolar en la localidad charrúa de Jaureguiberry en 2016.
"El apoyo del sector privado es muy importante para nosotros. Unilever fue el único gran sponsor que tuvimos en Uruguay y el principal en Argentina porque gracias a ellos se sumaron otras empresas. Han demostrado que realmente tienen planes que van hacia la sustentabilidad", dice Juan Pablo Méndez, responsable de Comunicación de Tagma.
Una marca sustentable
La participación de Ala en la construcción de esta escuela se enmarca dentro del Plan de Vida Sustentable de Unilever, que tiene como objetivo hacer crecer el negocio pero reduciendo a la mitad el impacto ambiental y aumentando el impacto social positivo.
En tanto marca sustentable, Ala cumple con estas premisas eliminando el uso de fosfatos en todas sus presentaciones. Pero además, desde hace tiempo Ala promueve la educación de los chicos a través de la experiencia. Prueba de ello lo son las diferentes campañas en las que la marca celebra la suciedad como parte inherente del aprendizaje de los más pequeños. Y ahora lo ratifica al convertirse en el principal colaborador del proyecto de construir escuelas sustentables, espacios de encuentro y aprendizaje para toda la comunidad en los que los niños se desarrollarán como agentes de cambio para construir un futuro mejor.
El fuerte compromiso educativo y comunitario de Ala se refleja también en proyectos que promueven el desarrollo de los chicos, como Carreras por la Educación de Unicef y Aprendiendo al Aire Libre, movimiento global de Ala que propone hacer del aprendizaje y del juego al aire libre una inspiración. Construir entre todos
Más allá de los beneficios que traerá para el desarrollo de los chicos, para la comunidad de Mar Chiquita y para el medioambiente, la construcción de la primera escuela sustentable de la Argentina fue una gran experiencia en sí misma. En apenas 45 días, los equipos de Tagma, de Michael Reynolds y de la ONG local Amartya se unieron a unos 100 estudiantes de todo el mundo que llegaron como voluntarios para aprender el método constructivo sustentable y colaborar con la causa.
De repente, una localidad de casi 500 habitantes vio como su población se incrementaba casi en la mitad con jóvenes que hablaban diferentes lenguas. Viviendo en campings, posadas o en casas alquiladas entre varios, los estudiantes recibieron capacitaciones teóricas que inmediatamente pusieron en práctica.
"Fue una experiencia bastante intensa. Construir un edificio en 45 días solo se puede hacer a base del trabajo durísimo de un montón de gente y de una organización casi de relojería. Pero más allá de la tarea, también fue interesante lo que pasó entre los visitantes y la comunidad de Mar Chiquita. Entrabas a un supermercado y había gente hablando distintos idiomas, o intentando comunicarse con las personas locales a veces hasta sin saber español. El Parador donde se cenaba era un punto de encuentro y veías la diversidad cultural en los diferentes platos que se cocinaban con la idea de que todos se sintieran un poco como en su casa", relata Juan Pablo Méndez.
Ya inaugurada, la Escuela N° 12 de Mar Chiquita pronto recibirá a los alumnos primarios, que hasta hoy debían cursar en un establecimiento compartido con la secundaria y que quedaba a unos dos kilómetros del pueblo. El propósito de Ala de hacer de la vida sustentable algo cotidiano aquí también está cumplido.
Fuente: la Nación
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