Los vecinos de la zona de Alvarado y Brandsen estaban viviendo horas muy difíciles, ya que no podían salir a la calle: el calor era un aditivo para que los volquetes ubicados allí y llenos de basura, emanaran olores realmente vomitivos. No obstante, luego de la nota publicada por NCO, los tachos fueron retirados y la “paz” volvió al barrio.
“Los vecinos estamos muy agradecidos al encargado, que siempre se ocupa de nosotros y al diario por habernos brindado el espacio”, mencionó a este medio Leonardo Paterno, uno de los habitantes del lugar. Según contó, los contenedores fueron reubicados y ahora están en un lugar en el que no ocasiona molestias.
Los problemas eran varios, ya que además del nauseabundo olor, que sería el malestar que menos afectaría (con todo lo que ello implica y minimizando un poco la situación), se sumaba la peligrosa posibilidad de enfermarse: la basura acumulada y el calor hacían que hubiese un “brote” de insectos (gusanos, mosquitos, moscas y otros) transmisores de infecciones.
Estos carros de plástico habían sido puestos detrás de un legendario kiosco de diarios y revistas, en una zona ramense con muchos comercios. Frente a ellos, hay una carnicería y una panadería. Todo va a parar allí: papeles, botellas, resto de alimentos y hasta huesos y grasa.
Finalmente, luego de que NCO diera a conocer el caso, sólo unos días alejaron a estos malos momentos de una situación más agradable y habitual.
La odisea
En pleno verano, los habitantes de Alvarado y Brandsen tenían que taparse la nariz cuando salían de sus casas ya que era un gran problema el tener que convivir con volquetes llenos de basura, que emanaban olores muy fuertes, al punto de resultarles vomitivos.
Y para los vecinos era un gran problema: cada vez que abren la puerta, la ventana o simplemente salen de su casa, se encuentran con un olor nauseabundo de los residuos acumulados dentro de esos famosos “carritos”.
“Esto pasa en Alvarado y Brandsen, donde hay carros de plástico para arrojar la basura. El problema consiste en que los colocaron enfrente de una carnicería y panadería”, comentó uno de los habitantes a este medio, haciendo hincapié en que estos dos comercios precisan de asepsia constante.
Y los propietarios de los negocios hacían lo que podían, aunque a veces hasta eso es poco: “Cuando comienzan a tirar la basura, todo el mundo trae de todo”, mencionó el vecino. En este sentido, enfatizó en que “inclusive los camiones de los ceberos se acercan a esos contenedores para arrojar los desechos”, que son portadores de un olor tan nauseabundo con el que es muy difícil convivir.
Lo más preocupante para el barrio era que una vez que los tachos se vaciaban, solamente se “perfuman”, dejando los líquidos y restos de desechos diseminados en el plástico. “Es imposible estar por el olor que dejan cuando están llenos. Cuando los vacían en los camiones de basura, lo único que le pasan es un poco de perfume con un rociador que parece un limpiador de vidrios”, destacó el hombre que vive en la zona hace más de 40 años.
Los vecinos no pedían mucho: simplemente que no se coloquen volquetes de esa clase en un lugar plagado de negocios relacionados con la venta y producción de alimentos. De lo contrario, que se los vacíe regularmente, desinfectándolos y limpiándolos como es debido, para evitar que se propaguen enfermedades, al margen de la nauseabunda atmósfera que desde había meses los aquejaba.
“Y más, en verano. Los días de 40 grados fueron insostenibles para nosotros”, remarcó una transeúnte. “Creemos que sería bueno que se dieran cuenta que por ética a los negocios de comestibles, tendrían que retirarlos. Esperamos que Martin y Martin haga lo que todos estamos pidiendo por el bien del barrio”, finalizaron en aquella oportunidad. Afortunadamente, fue así.
“Los vecinos estamos muy agradecidos al encargado, que siempre se ocupa de nosotros y al diario por habernos brindado el espacio”, mencionó a este medio Leonardo Paterno, uno de los habitantes del lugar. Según contó, los contenedores fueron reubicados y ahora están en un lugar en el que no ocasiona molestias.
Los problemas eran varios, ya que además del nauseabundo olor, que sería el malestar que menos afectaría (con todo lo que ello implica y minimizando un poco la situación), se sumaba la peligrosa posibilidad de enfermarse: la basura acumulada y el calor hacían que hubiese un “brote” de insectos (gusanos, mosquitos, moscas y otros) transmisores de infecciones.
Estos carros de plástico habían sido puestos detrás de un legendario kiosco de diarios y revistas, en una zona ramense con muchos comercios. Frente a ellos, hay una carnicería y una panadería. Todo va a parar allí: papeles, botellas, resto de alimentos y hasta huesos y grasa.
Finalmente, luego de que NCO diera a conocer el caso, sólo unos días alejaron a estos malos momentos de una situación más agradable y habitual.
La odisea
En pleno verano, los habitantes de Alvarado y Brandsen tenían que taparse la nariz cuando salían de sus casas ya que era un gran problema el tener que convivir con volquetes llenos de basura, que emanaban olores muy fuertes, al punto de resultarles vomitivos.
Y para los vecinos era un gran problema: cada vez que abren la puerta, la ventana o simplemente salen de su casa, se encuentran con un olor nauseabundo de los residuos acumulados dentro de esos famosos “carritos”.
“Esto pasa en Alvarado y Brandsen, donde hay carros de plástico para arrojar la basura. El problema consiste en que los colocaron enfrente de una carnicería y panadería”, comentó uno de los habitantes a este medio, haciendo hincapié en que estos dos comercios precisan de asepsia constante.
Y los propietarios de los negocios hacían lo que podían, aunque a veces hasta eso es poco: “Cuando comienzan a tirar la basura, todo el mundo trae de todo”, mencionó el vecino. En este sentido, enfatizó en que “inclusive los camiones de los ceberos se acercan a esos contenedores para arrojar los desechos”, que son portadores de un olor tan nauseabundo con el que es muy difícil convivir.
Lo más preocupante para el barrio era que una vez que los tachos se vaciaban, solamente se “perfuman”, dejando los líquidos y restos de desechos diseminados en el plástico. “Es imposible estar por el olor que dejan cuando están llenos. Cuando los vacían en los camiones de basura, lo único que le pasan es un poco de perfume con un rociador que parece un limpiador de vidrios”, destacó el hombre que vive en la zona hace más de 40 años.
Los vecinos no pedían mucho: simplemente que no se coloquen volquetes de esa clase en un lugar plagado de negocios relacionados con la venta y producción de alimentos. De lo contrario, que se los vacíe regularmente, desinfectándolos y limpiándolos como es debido, para evitar que se propaguen enfermedades, al margen de la nauseabunda atmósfera que desde había meses los aquejaba.
“Y más, en verano. Los días de 40 grados fueron insostenibles para nosotros”, remarcó una transeúnte. “Creemos que sería bueno que se dieran cuenta que por ética a los negocios de comestibles, tendrían que retirarlos. Esperamos que Martin y Martin haga lo que todos estamos pidiendo por el bien del barrio”, finalizaron en aquella oportunidad. Afortunadamente, fue así.
Fuente: Periódico NCO
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