Las emociones destructivas son fruto de traumas psicológicos, en etapas tempranas de la vida, que hicieron sentir miedo o desprotección.
PREGUNTA
Mi esposo es brillante y muy trabajador, pero vive peleando con todo el mundo. En la empresa, en el country, conmigo y con nuestras hijas. Vive enojado, no disfruta. Siempre es el dueño de la verdad. Ya le pusieron tres stents y sigue igual. Gracias por su reflexión. P. P.C., Adrogué, Pcia de Bs As.
Todo ser humano pretende sentirse bien, querido, motivado y con experiencias provechosas para su vida.
Sin embargo, con frecuencia las emociones autodestructivas rompen en pedazos esa aspiración universal.
Por emoción se entiende al impulso que mueve a una persona a actuar –la raíz etimológica del latín e-movere significa ir hasta– y que conlleva cambios físicos, fisiológicos y hormonales.
Cada individuo viene equipado desde su nacimiento con programas de reacción automática y predisposiciones biológicas diseñadas para sobrevivir y que, posteriormente, sus experiencias de vida las irán modelando con el correr de los años modificando ese equipaje original.
Se entiende por emociones destructivas a las que por su naturaleza son dañinas para los demás o para uno mismo y su denominador común es que suelen traducirse en vivencias pesimistas, catastrofistas o perjudiciales que se adueñan del estado de ánimo de una persona.
Además, de manera sutil, distorsionan la percepción de su realidad y alteran la capacidad de evaluar de manera correcta la naturaleza de las cosas que le tocan vivir.
Se expresan como celos, envidia, falta de empatía hacia los demás, imposibilidad de mantener vínculos interpersonales próximos, resentimiento, angustia, rabia, baja autoestima o, por el contrario, exceso de confianza en sí mismo.
Muchas veces estas emociones son evidentes y públicas ya que se exteriorizan a través de las palabras, gestos y posturas que las delatan, a diferencia de los pensamientos que –si se quiere– son privados e invisibles.
Las emociones destructivas terminan en violencia o agresividad. Mientras la agresión se caracteriza por bronca, odio y hostilidad y se manifiesta de manera verbal o no verbal, la violencia implica un ataque dirigido al cuerpo del otro con la franca intención de dañarlo físicamente y/o injuriarlo psicológicamente.
Para muchos investigadores, el origen de estas emociones destructivas son fruto de traumas psicológicos, en etapas tempranas de la vida, que hicieron sentir un miedo intenso, desprotección y la sensación de aniquilación, vivencias que desorganizan el normal funcionamiento de la mente y privando al individuo de sensaciones de tranquilidad y de tener control sobre lo que le acontece, impidiéndole sentir que las relaciones humanas tienen sentido y embargando el saludable contacto emocional consigo mismo y también con los otros.
El trauma precoz induciría un deficiente funcionamiento de la región orbito-frontal del hemisferio derecho del cerebro (detectable por electroencefalografía y/o Spect) y alteraciones de circuitos hormonales que quedan hiperactivos (detectable por análisis de sangre).
Si esto ocurre, las experiencias de la vida actual pierden su real significado, su coherencia circunstancial, impiden una adecuada experiencia vincular con uno mismo o con los demás y de disfrutar de las cosas.
Es posible corregir farmacológicamente el efecto de las emociones destructivas, pero además es clave la psicoterapia a fin de incrementar el conocimiento de las causas que las generan y aprender a modificarlas o controlarlas.
Fuente: Clarín
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