Macri: la peligrosa tentación de festejar antes de tiempo

En la Casa Rosada brindaron ante la nueva ruptura del peronismo. ¿No será demasiado pronto para hacer chin chin? El absurdo conflicto con los discapacitados.
A mediados del 2015, Mauricio Macri estaba aún lejos de llegar a la Presidencia de la Nación. En ese contexto, tuvo un encuentro con un grupo de actores e intelectuales. Ninguno era kirchnerista. La mayoría de ellos había expresado algún tipo de reparo hacia distintos gestos de prepotencia del Gobierno de entonces. Él estuvo tan amable como puede serlo. Los escuchó un rato y luego les hizo un reclamo. "Yo sé que ustedes no quieren que gane el kirchnerismo. Sé que, entre las alternativas que existen, prefieren que sea yo el próximo Presidente. Lo que les quiero preguntar es, ¿por qué no lo dicen? ¿por qué los artistas K son más valientes?". Hubo un momento de incomodidad, hasta que uno de ellos se sinceró.

—¿Sabés que pasa Mauricio? Que vos sos la derecha.
—¿Estás loco?
—No. En nuestro ambiente, vos sos la derecha. Y a nadie le gusta quedar pegado a la derecha.

La estrategia electoral de Macri consistó, en gran parte, en desarmar esa imagen. La noche clave fue aquella en la que Horacio Rodriguez Larreta ganó raspando. En medio de los globos, Macri prometió la continuidad de los programas sociales del kirchnerismo. Esas promesas permitieron que un sector de la sociedad lo votara bajo el acuerdo tácito de que Macri no era lo que sugería su propia historia: no venía a destruir los planes sociales, ni a liberar a los militares, ni a garantizar milonarios negocios familiares. Si se mira bien, los tres retrocesos más ruidosos del Gobierno en este año, tienen que ver con eso. El Gobierno intentó recortar la cantidad de pensiones para discapacitados, avaló en un principio el fallo del dos por uno, y firmó un acuerdo por la deuda del Correo que beneficiaba a su propia familia. Esas tres medidas configuraban una imagen que es exactamente la que sus enemigos pintan de Macri. Tuvo que retroceder.

En su fuero íntimo, quizá el presidente quiera a los militares libres, o dejar discapacitados sin cobertura, o derivar fondos hacia las empresas familiares. O no. O en alguna medida. O por momentos. Pero si desea seguir en el Gobierno, deberá pelear contra su naturaleza: no ser el Macri al que teme la mayoría de los argentinos. El riesgo sería quedarse solo con su base incondicional, apenas, con suerte, la quinta parte del país.

Esta semana, el Gobierno celebró como un triunfo propio el increíble favor -uno más- que le hizo Cristina Fernández de Kirchner al dividir en tres al peronismo de la provincia de Buenos Aires. La aprobación al Gobierno en ese distrito clave difícilmente baje del 35 por ciento. La oposición de origen peronista tiene un techo del 55 y ahora va dividida en tres. Y esas son las perspectivas más conservadoras para Cambiemos y las más optimistas para el panperonismo. Cualquiera que sepa sumar y restar entiende por qué ahora el panorama, en el territorio más riesgoso, le sonríe al Presidente. Aunque aun no tiene candidato, y eso es una clara debilidad, su principal contrincante será Cristina, que siempre le ha acercado tantos votos, y además ella competirá por el discurso opositor con Sergio Massa y Florencio Randazzo.

Sin embargo, en la misma semana, una imagen aterró a la Casa Rosada: la aparición de decenas de lisiados y afectados por sindrome de down manifestando en las calles, y en las redes sociales, contra la insensibilidad oficial. En las redes, el macrismo extremo exploraba variantes espantosas del "los que tienen Sindrome de Down no sean vagos y vayan a laburar". Encima, el funcionario del área, Guillermo Badino, había explicado que algunos afectados por el Sindrome de Down no merecían el subsidio. Ya hubiera sido difícil para la sociedad digerir la liberación de los militares o el acuerdo por el Correo, pero el nuevo conflicto amenazaba con ser letal: solo un necio votaría a alguien tan inhumano. El jueves por la noche, la ministra Carolina Stanley, anunció la esperada corrección.

La polémica por la baja de las pensiones debería ser un caso de estudio sobre los dramáticos dilemas que enfrenta el país. En 2013, el prestigioso sociólogo Ernesto Kritz publicó un interesante estudio sobre el problema. Kritz explicó que, en ese entonces, el presupuesto destinado a pensiones no contributivas casi duplicaba al de la Asignación Universal por Hijo: en este caso era de 13 mil millones y en aquel de 25 mil millones. Pero detectó, además, irregularidades al comparar el censo del 2010 con los beneficiarios de las pensiones. Por ejemplo, las madres de siete hijos de familias humildes tienen derecho a percibirlas. Pero las pensiones para ellas llegaban a 348.324 mientras que las familias con siete hijos, de cualquier clase social, eran apenas 224.496. Según el censo, los discapacitados en condiciones de recibir pensiones eran 685.622 pero en la Secretaría de Desarrollo Social registraban que los beneficiarios eran, en realidad, 822.918 (1). Una mirada rápida podría concluir: ahí está el curro. Pero todo, siempre, es mucho más complejo.

En principio, a muchas personas que cobran la pensión sin tener el derecho legal les asiste otro tipo de derechos: el ejemplo claro son los discapacitados que tienen un autito o cuyos conyuges reciben una jubilación mínima. ¿Que se debe hacer con ellos? Pero, además, si una humilde madre de cinco hijos recibe una pensión, ¿debe ser excluida porque no llega a los siete hijos? Esos dilemas están bien expresados por el caso de Guanaco Muerto, el pueblito cordobés que el Gobierno puso como ejemplo porque allí las pensiones superan al número de habitantes. Guanaco Muerto es un páramo, un pueblo inviable. No es sensato que todo un pueblo sea mantenido por el Estado. ¿Y entonces? ¿Que se hace? ¿Se empuja a sus habitantes al abismo?

Por definición, los dilemas son problemas complejos, que no tienen solución sin costo: de lo contrario, no serían dilemas. Gran parte del entramado social argentino está sostenido por situaciones semejantes, lo que refleja el verdadero fracaso de la década anterior. La Asignación por Hijo, por caso, fue una gran medida en un momento de crisis. Su continuidad en el tiempo refleja que la crisis se cristalizó. Si mucha gente recibe dinero del Estado, este debe cobrar más impuestos, entonces la economía pierde competitividad, se generan menos fuentes de trabajo y son más necesarias las subvenciones, que nunca alcanzan. Así funciona. Pero no parece muy criterioso empezar a desarmar ese ovillo justo por el lado de los discapacitados más humildes, y menos para un Gobierno que ha reducido impuestos a sectores muy concentrados de la economía: precisamente eso, es la derecha. Se trata, finalmente, de la dolorosa discusión sobre qué hacer en la Argentina con su curiosa versión del Estado de Bienestar. Tal vez, después de las elecciones, esos dilemas comiencen a resolverse por medio de un pacto político y social de envergadura. Ningún gobierno, y menos uno de minorías, encontrará solo una salida, si es que esta existe.

Desde hace varios años hay una feroz batalla comunicacional que tiene como territorio la imagen de Macri. ¿Quien es? ¿Un niño rico que llegó al poder por buenos modales para endeudar el país en beneficio del sector social al que pertenece mientras nos acerca al abismo? ¿Un héroe que soporta cualquier cosa con tal de encarrilar un país desquiciado por la corrupción y el populismo? Las versiones extremas nunca ayudan a comprender la complejidad de ningún personaje, mucho menos de uno que está tan obligado a la negociación entre su naturaleza y la de una sociedad, que le reclama todo el tiempo que no sea el que es y que, afortunademente, le pone límites a sus impulsos más (auto) destructivos.

En cualquier caso, esas tensiones no terminarán en octubre. Si gana Cristina, algo que parece ahora un poco más improbable, Macri tendrá aún menos espacio para convertirse en el monstruo que ven sus enemigos. Si pierde, el peronismo se unirá rápidamente y Macri solo podrá tener la esperanza de continuar en el poder, si se aleja aún más de "la derecha". En el medio, cree que tiene que hacer un ajuste: ¿cómo congeniará todos esos objetivos al mismo tiempo?

El miércoles pasado, los medios informaron que en la Casa Rosada habían brindado cuando se enteraron de la ruptura del peronismo. Raro: las experiencias de Emmanuel Macrón, Theresa May, Donald Trump, el Brexit y, claro, Mauricio Macri, revelan que las elecciones suelen dar sorpresas. Y nada será fácil para Macri, o para el país, aun si triunfa. Demasiado pronto para hacer chin chin.

(1) El estudio de Ernesto Kritz fue publicado por la consultora Poliarquía. Los datos sobre discapacitados que recibían la pensión según el censo del 2010 fueron ajustados por Kritz según las metas presupuestarias al 2013. Ernesto Kritz, lamentablemente, falleció en noviembre, unos meses después, lo que representó una pérdida sensible para la investigación de temas sociales.

Por Ernesto Tenembaum para Infobae

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