Es difícil encontrar, cuando se habla de la dictadura sucedida durante 1976 hasta 1983, que se hable de un éxito. Más bien se suele mencionar que la osadía militar se termina y quiebra a partir de la derrota en Malvinas que evidenció los vicios de un poder en deterioro, o quizás también se pone énfasis en que el gobierno de facto culmina por el desastre económico en el que se volcó a la Argentina.
Si bien esto puede ser cierto, en parte, la intención del plan genocida, que puso en el poder a Videla, Massera y Agosti en un primer momento, logró su cometido.
La organización obrera, sindical, estudiantil, militante, entre muchas otras variantes, se destruyó, pero también se destruyeron con saña los lazos sociales que permitieron esos proyectos colectivos. Eliminar esa oposición, permitió que el país se sumará al cambio internacional en la forma de acumulación capitalista. Es decir, pasar de un capitalismo industrial a un capitalismo financiero: una economía en pocas manos. Para esto es que fue necesaria la represión y el genocidio.
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Foto: Daniel García |
Por fuera del ámbito económico, miles de personas nunca testimoniaron los horrores vividos, muchísimas madres nunca denunciaron la desaparición de sus hijos, casi 400 personas siguen sin conocer su identidad por ser apropiados siendo bebés y miles de familias desconocen el paradero de los cuerpos de sus seres queridos.
Los 41 años que representan este nuevo aniversario del golpe de Estado de las Fuerzas Armadas junto a los principales grupos económicos, la Iglesia y algunos sectores dentro del propio Estado como lo es el poder judicial, también representan décadas enteras de lucha y de organización popular. La respuesta al golpe genocida también fueron logros para la conciencia histórica del pueblo.
Se conformaron numerosos organismos de Derechos Humanos que comenzaron a trabajar frente al horror de lo sucedido y que después se diversificaron y ampliaron hacia otras necesidades de la sociedad. Emergieron muchas agrupaciones posteriores que se sumaron en la misma línea y en entender que la defensa de los Derechos Humanos era un aporte necesario en la construcción de una sociedad igualitaria. Esa continuidad y persistencia en la lucha desembocó en que se hayan encontrado 121 nietos: 121 personas que recuperaron su identidad y sus historias. El trabajo en conjunto también logró recuperar las últimas experiencias de algunas personas desaparecidas y sus cuerpos, lo que permitió poder darles el final que cada familia decida, gracias a múltiples equipos como el de Antropología Forense, Abuelas de Plaza de Mayo, el Banco Nacional de Datos Genéticos, entre muchos otros espacios.
Se logró señalizar cientos de lugares donde la represión se hizo carne y trabajar en múltiples experiencias de recuperación de sitios que fueron centros clandestinos y hoy son espacios de memoria, donde se permite recuperar las historias de militancia de los asesinados y desaparecidos en la dictadura, y la apropiación de estos espacios para generar diferentes iniciativas sociales, culturales y militantes. Luego de años de impunidad, los juicios a los genocidas son una realidad, con sus retrocesos en el contexto actual y sus lentos avances en juzgar la complicidad civil, pero firmes por el comprometido trabajo de quienes los llevan adelante: testigos, abogados, fiscales. La justicia sobre los delitos de lesa humanidad cometidos se logran por la organización y movilización popular.
Fuente: La Primer Piedra
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