El trabajador del boxeo que viajó de Morón a Las Vegas

Juan Manuel Ledesma nació en El Palomar, Morón, hace 38 años. Morocho, de mirada inquieta, hijo de padres separados, a los 13 entró por primera vez en un gimnasio de boxeo y se quedó a vivir.
Ahora se prepara para viajar a Estados Unidos y entrenar a los boxeadores argentinos que buscan la gloria en una de las plazas más importantes del mundo.
El destino hizo que jamás pise un ring en el campo rentado: una fractura de muñeca lo quitó de escena antes del debut como profesional. Tampoco arrastró una carrera amateur destacada, sólo sumó un puñado de peleas con más sangre en la boca que guantes en alto. El futuro lo esperaba en un rincón del cuadrilátero, pero del otro lado de las sogas. Entonces se recibió de entrenador en la Federación Argentina de Boxeo, luego alcanzó la tecnicatura en Deportes de Combate en la Universidad de Lomas de Zamora. Desde ese momento, no paró. Sentía que la vocación por enseñar quemaba por dentro.

Con veintitantos años empezó a entrenar jóvenes. Trabajaba duro, enfocado en lo profesional. Estaba convencido que la vieja escuela de entrenadores de modales recios no alcanzaba para potenciar a los boxeadores. Como amateur había entendido que aprender, no se aprende sólo a los golpes. Que hacía falta un salto de calidad en la cadena de montaje del púgil. Mientras crecía como entrenador, comenzó a organizar exhibiciones donde competían sus pupilos. De esa manera evitaba fallos tendenciosos y consolidaba el grupo de trabajo, anclado sobre la avenida Marconi al 400.

Así recorrió la provincia de Buenos Aires; pronto sus alumnos comenzaron a destacarse en los Torneos Juveniles de la FAB y las medallas no tardaron en aparecer. Pero el público se confundía: creía que el jovencito morocho que llegaba con los boxeadores era uno más y no el entrenador. “Estos son de Ledesma” llegaron a decirle sin saber que Ledesma era él.
El equipo siempre lograba buenos resultados. En una de esas tantas tardes de torneo, entre pelea y pelea, un colega le comentó que su apellido sonaba para integrar el equipo de entrenadores de la FAB. "Dejate de joder" contestó.

El contacto no mentía. Tenía 26 años cuando los directivos le ofrecieron formar parte del equipo técnico de la FAB. Allí conoció a Salverio Fuentes, maestro cubano del boxeo. La primera camada que tuvo a cargo la integraron Jesús Cuellar, Diego Chávez, Gumersindo Carrasco, Yésica Bopp, Érica Farías, entre otros.
"Fue difícil, no me conocía nadie. Cuando me preguntaban contra quién había peleado, no tenía que decir. Los otros tenían renombre y yo era el último orejón del tarro. Pero –aclara– sabía que tenía que trabajar. No había ido a capacitarme, buscaba perfeccionarme."

La juventud lo volvió metódico. En 2007 viajó al campeonato mundial en India junto a Yesica Bopp, Celeste Peralta y Érica Farías. Apenas llegaron a suelo asiático, se metió en la cabeza de las peleadoras y les exigió una medalla. Se trajeron tres: dos de plata, una de bronce.
Como entrenador nacional visitó más de 20 países. Estuvo en ocho campeonatos mundiales, asistió a Preolímpicos y Panamericanos. Siempre con hambre de gloria, sin conformarse. Sólo le faltaron los anillos Olímpicos. En ese tiempo, su apellido comenzó a ser marca registrada. En un ambiente conservador, Juan Manuel se destacó por escuchar a sus boxeadores pero también por marcarles el ritmo cuando el entorno los confundía. Esa, quizás, sea la llave que le abrió las puertas de élite del boxeo mundial.

"No vivas de lo que dicen que sos. No somos dioses. Aunque seas campeón del mundo, si no diste el máximo, jamás vas a poder sentirte el mejor." Así les habla a los jóvenes que luchan por consagrarse. Para eso se preparó toda su vida. Tanto trabajo lo llevó a dirigir el curso de técnico de boxeo que se dicta en la FAB. Apenas pudo, cambió contenidos y agregó pedagogía. A los alumnos les pide que "no enseñemos solamente a tirar piñas, formemos pibes, aunque no lleguen a ser boxeadores de primera línea".

El año pasado la vida volvió a sorprenderlo. Jesús Cuellar defendía el título mundial peso pluma de la AMB frente al puertorriqueño Juan Manuel López. Antes del combate, el joven de José C. Paz charló con Robert García, tres veces elegido como el entrenador del año en Estados Unidos y también coach de Marcos Maidana para sumar a Juan Manuel, que llegó a Las Vegas en silencio y estuvo en el rincón la tarde del triunfo por nocaut que consiguió el bonaerense. Después regresó a Argentina para participar de la preparación de Israel "Cachito" Pérez. En diciembre viajó a Japón, donde Pérez perdió frente al campeón e invicto Takashi Uchiyama.

Después de tantas batallas cotidianas, las cosas comenzaron acomodarse. En junio pasado, regresó a los Estados Unidos. Jesús Cuellar se enfrentaba con el armenio Vakhtang "Vic" Darchinyan, ganador de ocho títulos del mundo en las categorías mosca, supermosca y gallo. La pelea terminó con el desafiante abrazado por el juez y sostenido por las sogas. En una ráfaga, Cuellar lo desbordó a trompadas. JuanManuel sonrió desde la esquina, la mirada se iluminó.
Una semana después, llegó el ofrecimiento más importante de su carrera: hacerse cargo del entrenamiento de boxeadores argentinos Fabián "TNT" Maidana, hermano de El Chino, y Javier Maciel, asentados en el mercado estadounidense.
Juan Manuel aceptó el convite y se prepara para trabajar en la plaza más importante del boxeo mundial. Pero no se deja apabullar. "Allá se trabaja mucho guanteo. La infraestructura es mejor pero no tenemos nada que envidiarles. Somos argentinos y el boxeo es uno solo. Voy para hacer lo que siempre hago: trabajar", suelta como despedida, apurado por corregir la guardia del pupilo que tiene la nariz ensangrentada. Manías que lo llevaron de El Palomar a Las Vegas. «

Contursi opina*

"Un profesional muy formado, sabe mucho de planificación, es joven y se identifica con el perfil de nuestro grupo de trabajo. Juan Manuel conoce de nutrición, de técnica, de preparación física. Justo se dio la oportunidad que Fabián Maidana y Javier Maciel precisaban entrenador y lo contratamos."
*Sebastián Contursi, manager de boxeadores

En palabras de yesica "tutti" bopp*

"Es humilde y tranquilo, honesto y trabajador. No alcanzan las palabras para describir lo buena persona que es. Lo conozco desde 2005, siempre se mantuvo de la misma manera." En lo técnico es el Nº 1 de Argentina. Escucha al deportista y en este ambiente eso es difícil.
*Campeona mundial minimosca de la AMB y OMB.

dice Jesús Cuellar*

"De chico competía en los festivales que él organizaba en El Palomar y ya se hablaba de lo buen entrenador que era. Después, entré a la selección y nos volvimos a encontrar. Cuando llegué a Estados Unidos, Roberto García me dio mucha confianza pero en lo boxístico nadie me daba tanto como Juan Manuel. Es uno de los mejores entrenadores". *Campeón pluma de la AMB.

Crisis y recuperación

El difícil camino que transitó Ledesma para convertirse en uno de los mejores entrenadores argentinos de boxeo sufrió un duro round en 2001, cuando el plantel de alumnos pasó de 200 a seis chicos. La crisis también lo empujó a volver a vivir con su padre. No tenía plata ni para pagar el alquiler de su casa ni comprar los pañales de su hija. Entonces recibió el llamado de uno de sus mejores amigos. "Por qué no te dejás de romper los huevos con esto, estás cagado de hambre. Venite a la fabrica así cubrís tus necesidades", le dijo sin preámbulos. Juan no contestó. Lloró en soledad. "¿Por qué le doy tanto a esto si no me da nada? Había que estudiar y estudié. Cuando había que trabajar, trabajé. ¿Por qué?", se preguntó.

Entonces dudó. Y eso lo volvió loco. "No puedo ser tan hijo de puta. Esto –se miró al espejo- soy yo, no soy otra cosa."Tardó en secarse las lágrimas. Apenas se sintió aliviado, llamó por teléfono a su amigo, le agradeció el gesto pero le dijo que iba a insistir con el boxeo, porque quería ser el mejor. El resto de los días se dividieron en tres. De mañana pelaba papas en una fábrica. De tarde enseñaba boxeo. Por la noche viajaba a La Salada para vender etiquetas. Así un largo rato, hasta que comenzó a entrenar boxeadores profesionales. Las cosas mejoraron. La semana pasada, 14 años después, el celular última generación que trajo de Estados Unidos volvió a sonar. Otra vez era su amigo, el de la fábrica, sólo que esta vez llamaba para felicitarlo.

Fuente: Tiempo Argentino

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