Aprovechando que el Colegio Juan XXIII hizo público los 4 cuentos ganadores del 5° Certamen de Cuentos breves, llevado a cabo durante el año 2014, en el que participaron los alumnos de Nivel Secundario, vamos a publicarlos para conocimiento de nuestros vecinos.
Lucas Mannarino Primer Premio Concurso de cuento breve tercera categoría
“La sombra del pecador”
En el instante en que la alarma suena, abro lentamente los ojos, y contemplo los rayos del sol que penetran por las persianas e iluminan tenuemente la habitación. Bostezo y estiro mi brazo derecho para apagar el despertador. Luego me siento en el borde del acolchado e intento ubicar en los pies mis pantuflas moradas.
“Señor Rawson, me presento cordialmente como alguien que está ligado a la vida de las personas. Se podría decir que yo soy su sombra. Y me presento ante ellos en el momento y lugar adecuado, cuando el destino lo diga. Oh, el destino… ¿Cada uno tiene el suyo? ¿Sabías? Desde el momento en que uno nace, está profetizado cuándo, cómo y dónde muere, y también lo está cada cosa y detalle que va sucediendo en su miserable o extraordinaria vida, pero depende la persona, claro está. Y dime, señor Rawson ¿cómo es tu vida? Como he dicho tu destino está marcado, y créeme, no es nada bueno. Te he observado desde tu existencia y has hecho muchos pecados: has robado, has mentido, has viciado… ¿Sigo? Creo que tú ya lo sabes. En fin, te tengo que advertir que estoy en camino, y cuando te atrape… morirás. Que tenga un buen día señor Rawson”.
Quedo perplejo. Desorientado. Confuso. Comienzo a temblar. ¿Es una broma de mal gusto? ¿Me ha encontrado una especie de agente secreto? Decido responder.
-“¿Quién eres?” y en el mismo instante que lo mando el anónimo me rebela su identidad.
-“La muerte”
De pronto las lámparas de la casa comienzan a estallar, y los artefactos de porcelana, vasos, platos y otros elementosfrágiles empiezan a chocar unos con otros. Luego los libros de la biblioteca que estaban en el living salieron volando
como por arte de magia y las ventanas y puertas se cerraron de golpe. Y luego la tierra comienza a temblar.
Completamente acobardado me escondo bajo la mesa y cierro los ojos con todas las fuerzas. No quiero morir. No aún. Tras unos segundos, la casa se silencia. Abro los ojos y me asomo. Todo está en su lugar. Me levanto rápidamente y corro hacia la puerta principal. Está cerrada. Escucho un ruido detrás de mí y miro de reojo. Había llegado. Me doy vuelta sutilmente y la observo. Es alta, con una túnica negra y sin rostro, pero de alguna manera sé que me está mirando, una mirada fría y aterradora. La misma mirada con la que me estuvo observando toda mi vida, despreciativa, vergonzosa, y con una misión pendiente: pagar mis pecados.
Allí está. La Muerte.
Abro los ojos. La alarma está sonando. Los rayos de sol penetran por las persianas e iluminan tenuemente la habitación. Apago el despertador y suspiro. Sólo fue una pesadilla. ¿Acaso la muerte va a venir a buscarme por mis pecados? ¡ja, qué tontería!
Me dirijo hacia el baño y posteriormente al comedor. Desayuno dos rebanadas de pan con queso y una taza de café con leche. Finalmente tomo la notebook para revisar mi correo electrónico. Un mensaje nuevo. Anónimo.
Lo sé. Vendrá. He cometido muchos pecados. Es hora de afrontar mi destino. Y respondo:
“Te estaré esperando”.
Lucas Mannarino Primer Premio Concurso de cuento breve tercera categoría
“La sombra del pecador”
En el instante en que la alarma suena, abro lentamente los ojos, y contemplo los rayos del sol que penetran por las persianas e iluminan tenuemente la habitación. Bostezo y estiro mi brazo derecho para apagar el despertador. Luego me siento en el borde del acolchado e intento ubicar en los pies mis pantuflas moradas.
Son las 9 am, temprano aún, por lo menos para ser un domingo, un día sin trabajo, sin trámites, puro descanso. Me incorporo y me dirijo hacia el baño mientras la madera del suelo crujía en cada paso que doy. Me lavo la cara, me cepillo los dientes y me miro al espejo. Luego bajo hacia el comedor y unto dos rebanadas de pan con un delicioso queso cremoso, junto con una taza de café con leche. Tras desayunar tomo la notebook y la abro sobre la mesa para revisar mi correo electrónico. Un mensaje nuevo. Un mensaje que convirtió ese día en uno inhabitual. Sin asunto. Y anónimo.
“Señor Rawson, me presento cordialmente como alguien que está ligado a la vida de las personas. Se podría decir que yo soy su sombra. Y me presento ante ellos en el momento y lugar adecuado, cuando el destino lo diga. Oh, el destino… ¿Cada uno tiene el suyo? ¿Sabías? Desde el momento en que uno nace, está profetizado cuándo, cómo y dónde muere, y también lo está cada cosa y detalle que va sucediendo en su miserable o extraordinaria vida, pero depende la persona, claro está. Y dime, señor Rawson ¿cómo es tu vida? Como he dicho tu destino está marcado, y créeme, no es nada bueno. Te he observado desde tu existencia y has hecho muchos pecados: has robado, has mentido, has viciado… ¿Sigo? Creo que tú ya lo sabes. En fin, te tengo que advertir que estoy en camino, y cuando te atrape… morirás. Que tenga un buen día señor Rawson”.
Quedo perplejo. Desorientado. Confuso. Comienzo a temblar. ¿Es una broma de mal gusto? ¿Me ha encontrado una especie de agente secreto? Decido responder.
-“¿Quién eres?” y en el mismo instante que lo mando el anónimo me rebela su identidad.
-“La muerte”
De pronto las lámparas de la casa comienzan a estallar, y los artefactos de porcelana, vasos, platos y otros elementosfrágiles empiezan a chocar unos con otros. Luego los libros de la biblioteca que estaban en el living salieron volando
como por arte de magia y las ventanas y puertas se cerraron de golpe. Y luego la tierra comienza a temblar.
Completamente acobardado me escondo bajo la mesa y cierro los ojos con todas las fuerzas. No quiero morir. No aún. Tras unos segundos, la casa se silencia. Abro los ojos y me asomo. Todo está en su lugar. Me levanto rápidamente y corro hacia la puerta principal. Está cerrada. Escucho un ruido detrás de mí y miro de reojo. Había llegado. Me doy vuelta sutilmente y la observo. Es alta, con una túnica negra y sin rostro, pero de alguna manera sé que me está mirando, una mirada fría y aterradora. La misma mirada con la que me estuvo observando toda mi vida, despreciativa, vergonzosa, y con una misión pendiente: pagar mis pecados.
Allí está. La Muerte.
Abro los ojos. La alarma está sonando. Los rayos de sol penetran por las persianas e iluminan tenuemente la habitación. Apago el despertador y suspiro. Sólo fue una pesadilla. ¿Acaso la muerte va a venir a buscarme por mis pecados? ¡ja, qué tontería!
Me dirijo hacia el baño y posteriormente al comedor. Desayuno dos rebanadas de pan con queso y una taza de café con leche. Finalmente tomo la notebook para revisar mi correo electrónico. Un mensaje nuevo. Anónimo.
Lo sé. Vendrá. He cometido muchos pecados. Es hora de afrontar mi destino. Y respondo:
“Te estaré esperando”.
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