Caída y resurrección de los clubes de barrio. Club social y Centro Español un ejemplo de ello

Los clubes de barrio experimentaron en los últimos años una notable recuperación de la mano de las mejoras en la economía nacional, y al calor de una nueva camada de dirigentes

Esto significó recuperar espacios que fueron ejes del tejido social, para volver a generar un sentimiento de pertenencia barrial y un lugar de encuentro vecinal.
Para ello fue necesario un recambio generacional, que de ese modo dió su primera señal de vitalidad y posibilitó con esfuerzo y creatividad, la buena costumbre de ir al club a hacer deportes, actividades recreativas de todo tipo o simplemente pasar el rato con vecinos y amigos.
La enorme mayoría de las organizaciones intermedias, como clubes sociales y deportivos o sociedades de fomento vieron la luz en la primera mitad del siglo XX, influidas por la idea de que el deporte en escala local y las actividades recreativas y culturales configuran la identidad de un barrio.
Durante largos años los clubes de barrio cumplieron con este rol, hasta que en la oscura década del 90, bajo el mandato Menemista, la elevación a creencia popular de nuestro ingreso al primer mundo, sumado a la inocultable decadencia económica de vastos sectores de la clase media, construyeron el marco para el lento declive de estas instituciones.
No hay mejor relato de esta situación que la película “Luna de Avellaneda”, donde Campanella describe cabalmente la confusión social que viviamos los Argentinos..


Con la recuperación económica se fueron abriendo algunas miradas y una nueva generación, hija del clima asambleario que siguió a la crisis del 2001 pidió un lugar en las comisiones directivas.
Este clima generalizado de recuperación de los clubes de barrio no es ajeno a lo sucedido en Villa Sarmiento, y como ejemplo queremos mencionar a dos, porque son los que más conocemos, El Social Club y El Centro Español, que vivieron esta renovación generacional y hoy se encuentran en un franco crecimiento, incorporando año a año nuevas disciplinas deportivas, mejorando sus instalaciones, poniendo el hombro todos lo días, con dirigentes que dan horas por su tarea para el crecimiento del club y no reciben un peso a cambio. Es parte del estatuto de una asociación civil: no hay cargos rentados. Y sin embargo, con un saludo y una sonrisa, se dan por bien pagados.
Luna de Avellaneda para muchos clubes de barrio tubo un final feliz gracias a la decisión de muchos vecinos de ponerle el cuerpo y también a un cambio en las políticas de estado, que cambiaron el paradigma neo-liberal por una política Nacional con inclusión.
No hablamos de partidos de gobierno, sino de políticas de estado que deben ser permanentes gobierne quien gobierne, que incluya, fortalezca y privilegie la actividad deportiva y cultural en los barrios, como parte central de la definitiva reconstrucción del tejido social, todavía tan dañado.

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