Primer año de gestión y autocalificación del Presidente: Ocho

Un periodista del diario El Día de La Plata le hizo al presidente de la Nación una pregunta más bien elemental: “¿Qué nota le pondría usted al primer año de su gestión?” Mauricio Macri dijo que se merecía un ocho.
 O sea, fue un año brillante.
 Ocho es una gran nota.

Para fundamentarlo, simplemente, dijo: “¿Cuánto vale haber evitado una crisis sistémica, la quinta crisis consecutiva de las últimas décadas?”

Es, al mismo tiempo, muy curiosa y muy habitual la respuesta de Macri. Una persona, digamos, más normal, hubiera dicho: “Mire, no corresponde que yo me califique a mí mismo. En todo caso, serán los argentinos los que me pondrán la nota que crean justa en las elecciones del año que viene”. O, tal vez, una persona más sensible habría contestado: “No estoy muy conforme. Muchas cosas no salieron como esperaba. No todas fueron culpa mía, pero no tiene sentido echarle la culpa al pasado. Yo me propuse para resolver problemas y eso aún no está ocurriendo. Creanme que estoy haciendo lo imposible para revertir la situación y entender qué paso. Hoy me pondría una nota baja. Pero espero que suba el año que viene”.

Pero no.

Dijo ocho.

Es habitual eso en los políticos de todo pelaje. Se supone que tienen que hablar bien de sí mismos, parece que es una manera de estimular, de no dejar caer las expectativas, de insuflar ánimos, una buena técnica para un retiro espiritual. Decir que uno es un capo.
El gabinete en pleno, en Chapadmalal, durante el retiro espiritual

Pero, ¿ocho?

¿¿¿¿Dijo ocho?????

¿No será mucho?

Para evitar ser lineal en la evaluación del primer año, tal vez sea conveniente detenerse en detalles menores. En algunas áreas el Gobierno mejoró mucho la situación que heredó. Es un gobierno más tolerante a la crítica. Es impensable imaginar a Macri desde un atril insultando a un periodista o a un abuelito amarrete. Los disidentes no son escrachados, ni escupidos, ni maltratados diariamente o insultados desde la televisión oficial. No se necesita un gran talento para restablecer ese ambiente de tolerancia que existía antes del 2008, porque se trata sólo de dejar de hacer algo. Pero sí se necesita una convicción.

La reconstrucción del Indec es otro hecho de gestión virtuosa. Nadie duda de que sus datos son ciertos. Y son datos muy duros de digerir para este o para cualquier otro Gobierno. Y la gestión parlamentaria, además, ha sido, también, muy talentosa: nadie podía prever que el macrismo navegaría con tanta soltura en dos cámaras donde representa a una minoría muy pequeña. El mecanismo es notable por lo tradicional: envían proyectos, negocian y, gracias a esa negociación, logran aprobarlos. Es un método más democráticos que el de la década previa.

Pero, ¿ocho?

La gestión del Ministerio de Salud ha sido pésima. En pocos meses, científicos muy destacados en las áreas de vacunación, Sida, mal de Chagas, han renunciado a sus cargos hartos de las trabas burocráticas que les impedían llegar con remedios a tiempo. Se han repartido muchos menos medicamentos entre los sectores populares y se han subejecutado casi todos los programas con impacto social. La obra pública se demoró durante todo al año de manera injustificable, sin que nadie explicara los verdaderos motivos de esa torpeza. El diseño del tarifazo del gas fue tan vergonzoso que hubiera ameritado la renuncia de toda la cúpula del Ministerio de Energía, que proviene de empresas que fueron, algunas de ellas, beneficiadas de manera irregular durante este año, a juzgar por una de las sólidas denuncias de Elisa Carrió.

Pero nada de esto es comparable con la gestión económica, conducida por lo que se definió como el mejor equipo de todos los tiempos, con la misma liviandad con que el Presidente ahora se coloca a sí mismo, un...¡¡¡ocho!!!

¿Qué nota le pondría un profesor neutral a un Gobierno que tomó un montón de medidas dolorosas porque esperaba como contrapartida la llegada de capitales productivos y nada de eso ocurrió? ¿Qué nota a uno que aseguró que la liberación del mercado de cambios no traería una brutal inflación porque “los precios ya estaban a quince”? ¿Que nota a uno que pronosticó un 24 por ciento de inflación para este año cuando en realidad hubo 40 por ciento? ¿Y al que pagó cerca de 70 mil millones de pesos por contratos de dólar futuro que, antes, había denunciado como ilegales? ¿Y a uno que arrancó produciendo efectos exactamente contrarios a los objetivos que se propuso? ¿O no hay más pobreza, desocupación, inflación, que antes? Y eso sólo para formular algunas de las preguntas que ponen en tela de juicio la nota que se colocó el presidente de la Nación.

En realidad, todos los que ponderan este primer año de Gobierno –y es mucha gente– se apoyan básicamente en una cuestión de fe: la Argentina iba a una crisis terminal, que fue evitada gracias a la llegada de Mauricio Macri al poder. Es un tema, claramente, opinado y cualquier lector atento habrá escuchado fundamentos muy sólidos que sostienen una cosa y la contraria. En cualquier caso, parece un argumento de patas cortas: en algún momento Macri será juzgado por las soluciones que produjo y no por los problemas que heredó. Sólo es cuestión de tiempo para eso.

Tal vez sea prematuro ponerle una nota global. La gestión de Macri recién empieza. Hasta ahora, sin embargo, sus críticos tuvieron más razón que él acerca de los efectos que generarían las medidas con que arrancó el Gobierno. Hay múltiples ajustes en la historia, incluso menos brutales que los de Macri, que fueron continuados por sostenidos procesos de crecimiento: los comienzos de Lula, Felipe González, del proceso post crisis del 2002, de Frondizi, el ajuste que impuso Perón en 1952, produjeron efectos parecidos a los de Macri de este año, y luego sirvieron para que la economía compensará con creces la caída Pero en todos ellos había factores favorables de contexto que hoy casi nadie percibe.

Macri termina su primer año con una larga sucesión de fracasos y con un horizonte muy preocupante, que está marcado por el crecimiento vertiginoso de la deuda en dólares. Pareciera que para sus dilemas no hay salida, si no se desata un proceso de desarrollo geométrico. Si ajusta, la economía cae más y entonces el ajuste no sirve para nada. Si financia con deuda, parece el Titanic acelerando hacia el iceberg. Sin crecimiento genuino y a largo plazo es un camino estrecho donde hay muchos riesgos de caer. A largo plazo, será juzgado positivamente sólo si le encuentra la salida a ese problema tan serio.

Por lo pronto, es un Gobierno que anduvo a los tumbos este primer año.

Ojalá aprendan

Ojalá corrijan.

Ojalá entiendan que no se merecen un ocho y que, tal vez, hasta un cuatro sea exagerado.

El final de la película no está escrito, pero –en alguna medida– depende de que perciban la enorme dimensión de sus errores de diagnóstico y gestión.

Claro, es más fácil calificarse a uno mismo.

Y el Presidente no tiene abuelita, desde hace mucho tiempo.

¿Qué nota se iba a poner?

Por Ernesto Tenembaun para revista 23

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