Esquizofrenia educativa: Por Marcelo Zlotogwiazda

Dicen que la paritaria docente es muy importante. Pero no lo dicen porque se trata de los salarios y de las condiciones laborales de las personas encargadas de la educación de los niños y jóvenes, que, como todos saben, es un factor clave para el futuro del país.
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Dicen que la paritaria docente es muy importante porque al ser la primera del año funciona como parámetro para las restantes.
Aunque todos, absolutamente todos, se llenan la boca con discursos que colocan a la educación como prioridad máxima de la política, como elemento fundamental para potenciar el destino nacional, y como herramienta imprescindible para que la juventud se nutra de capital humano y no crezca en el delito, la droga y la anomia, la paritaria docente interesa por cómo influye su resultado en el resto de las convenciones colectivas y en la macroeconomía.
¿Ambivalencia? ¿Incoherencia? Hay quien califica la actitud de esquizofrénica.
Hugo Ñopo es un economista peruano e investigador principal en temas educativos del Banco Interamericano de Desarrollo, que días atrás publicó un artículo titulado “Y tú, ¿quieres que tus hijos sean docentes?”; comienza así: “Supongamos que tiene un hijo (sobrino, ahijado o amigo joven) profesional y mañana le ofrecen un empleo diciéndole que ‘ganará entre 30 y 70 por ciento menos que otros profesionales con la misma edad y años de educación’. Además le dicen que ‘tres de los seis puestos de trabajo disponibles no tienen teléfono y, es más, dos de ellos no tienen acceso a un baño decente’. ¿Le recomendarías tomar el empleo? Bueno, hay más de tres millones de personas que día a día trabajan en esas condiciones en América latina: los maestros de las escuelas primarias y secundarias”.
Ñopo cita a un educador que sostiene que “tenemos una sociedad esquizofrénica, porque todos quieren para sus hijos que las mejores personas del país sean sus maestros y maestras, pero nadie quiere que sus mejores hijos sean maestros y maestras”.
Básicamente, porque ganan poco.
La Argentina no escapa a esa realidad. Los 4.000 a 5.000 pesos que la Nación y las principales provincias están ofreciendo como salario básico inicial para maestro de jornada simple y sin antigüedad supera por poco el salario mínimo y vital vigente.
Y si se compara el sueldo promedio o lo que gana un maestro con dos cargos y varios años de antigüedad, el resultado también es desventajoso para los docentes.
Una maestra de grado con dos cargos y diez años de antigüedad recibe 8.566,43 pesos de sueldo en el bolsillo si trabaja en la ciudad de Buenos Aires y 8.289,71 si lo hace en la provincia. Es menos que el sueldo inicial que Daniel Scioli y José Manuel de la Sota les concedieron a sus respectivas fuerzas policiales en diciembre pasado para frenar la protesta y la extorsión. Es menos de lo que ganan la mayoría de los bancarios, de los camioneros, de los telefónicos y de los choferes de ómnibus y colectivos. Mucho menos de lo que gana un operario calificado de una petrolera, de una terminal automotriz o de una siderúrgica.
El Gobierno bate el parche, y todos se lo reconocen, con el aumento del presupuesto destinado a educación y del salario de los docentes. Sin embargo, el aumento del salario docente no fue una excepción a la regla, y, además, fue inferior al de la mayoría de los trabajadores sindicalizados.
Según el trabajo Monitoreo de la Ley de Financiamiento Educativo del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC), el promedio nacional del salario docente pasó de 623 pesos en diciembre de 2001 a 4.412 en diciembre de 2012, es decir, se multiplicó por 7. Según datos del Ministerio de Trabajo de la Nación, en ese mismo período el salario conformado de la categoría más representativa se multiplicó por 7,5 en el sindicato de telefónicos, por 10 en camioneros, por 10,7 para los choferes de ómnibus y colectivos, por 12,4 en la UOM, por 13,2 para los trabajadores de sanidad en clínicas, por 13,5 en gastronómicos, por 14,4 en mercantiles, por 17,7 para los obreros de la construcción y por 18 para los bancarios. En el único sector donde el aumento fue inferior al de los docentes fue en la Administración Pública.
Como consecuencia del bajo sueldo relativo del sector, la docencia no atrae a los mejores egresados del nivel secundario (¿Y tú quieres que tus hijos sean docentes?). Una investigación realizada recientemente en Colombia y citada por el experto Darío Maldonado revela que los docentes de ese país “no tienen altas habilidades y no provienen de la parte alta de la distribución de habilidades de bachilleres del país”. No hay motivos para pensar que aquí sucede algo distinto.
Tan cierto como lo anterior es que el gremio docente tiene una muy arraigada resistencia a discutir la calidad educativa y el elevado ausentismo, entre otros problemas característicos del sector, y suele anteponer, con razonable lógica de bolsillo, el reclamo salarial a cualquier otro asunto.
Los bajos sueldos y la actitud refractaria del gremio a las reformas sistémicas retroalimentan un círculo vicioso que gira en detrimento de la calidad educativa, y también de la imagen y el prestigio social de la figura docente. En las radios y en las redes sociales abundan los mensajes despectivos: “trabajan pocas horas”; “faltan mucho”; “tienen licencias largas y por cualquier excusa”; etc., etc.
En estos días de comienzo de ciclo lectivo sin clase por paros, se vuelven a escuchar largos lamentos indignados por la pérdida de clases, el daño que eso ocasiona a niños y adolescentes, y la enorme hipoteca que eso implica para el porvenir de la Patria.
Mientras tanto, un docente cobra menos que un policía.
¿Es esquizofrenia, o es consistente con que las encuestas ubiquen a la inseguridad al tope de las preocupaciones, y a la educación lejos de las prioridades?

















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