Era la última oportunidad y por ahora no la desaprovechó. Por primera vez en 7 años, el Gobierno reconoció ayer que la inflación es muy alta en Argentina.
Por: Maximiliano Montenegro
El 3,7% de inflación que reportó el Indec para enero está en línea con el 4,6% en promedio de las consultoras privadas. Estas últimas solo encuestan en Capital y el Gran Buenos Aires, donde el impacto del fuerte aumento de colectivos en enero eleva aún más el índice. El nuevo IPC del Indec mide la inflación en todo el país, lo cual diluye el peso del ajuste en las tarifas del transporte en el área metropolitana.
El nuevo índice de precios todavía despierta algunas dudas. Por ejemplo, el Indec no difundió el costo de la Canasta Básica Alimentaria, con la que se mide la indigencia, ni de la Canasta Básica Total, con la que se mide la pobreza, algo que se hacía simultáneamente con los índices de precios al consumidor. Si se revisaran estos indicadores con propiedad quedaría al desnudo que la pobreza y la indigencia son, por lo menos, tres veces más altas que las cifras publicadas por el Indec en los últimos años.
Además, el nuevo índice no será reconstruido para atrás, porque el Gobierno dispuso una "autoamnistía" sobre la actuación de Moreno desde 2007. Así que las estadísticas de la Argentina mostrarán por ahora un salto brusco a partir de enero de 2014. Antes de esa fecha era y seguirá siendo otro país para la estadística oficial.
El kirchnerismo fue el principal responsable de privatizar las cifras de la inflación. Siete años mintió, truchó, falsificó los datos del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos. Es lógico que floreciera el mercado de las cifras de las consultoras privadas, muy demandadas por las empresas ávidas de algún parámetro mínimo de referencia sobre la evolución de los precios a lo largo del año para elaborar sus proyecciones económico-financieras.
Es de esperar que en el futuro, si se reconstruye la credibilidad en el índice oficial, ese mercado entre en recesión.
El Gobierno aceptó empezar a blanquear las cifras de inflación, por primera vez en 7 años, presionado por la realidad económica. Pero también por el Fondo Monetario Internacional, que exige estadísticas confiables como paso previo para negociar un acuerdo, que a su vez abra las puertas para un arreglo del Club de París. No casualmente ayer mismo, desde Washington, el FMI emitió un comunicado saludando la publicación del nuevo índice y en las próximas semanas viajarán a Washington funcionarios de Economía para completar los deberes.
Fue insólita la presencia de Ana María Edwin y de Norberto Itzcovich al frente del nuevo índice de precios junto al ministro Axel Kicillof. Son los dos funcionarios de Moreno que están entre los máximos responsables de la destrucción del INDEC.
Fue insólito porque el Gobierno necesita con el nuevo índice de precios no solo cumplir las condiciones del FMI. Debería estar más preocupado en reconstruir la confianza de la sociedad en el nuevo termómetro para que no se potencien las expectativas inflacionarias de trabajadores y empresarios, que buscan cubrirse --como ocurrió en los últimos años-- frente a una inflación real que nadie sabía bien cuál es. Así que por las dudas todos le cargan un poquito más para no quedar atrás de la escalada de precios.
La permanencia de Edwin e Itzcovich al frente del INDEC son la prueba de que la presidenta toma algunas decisiones imprescindibles a regañadientes.
Pero no es momento de quejarse. Insisto, Cristina no desaprovechó esta última oportunidad que tenía de reconstruir el termómetro, que es muy frágil y habrá que cuidar mes a mes de que ningún funcionario lo sacuda demasiado para que no se rompa de nuevo. En febrero, en marzo, en abril...hay que cuidarlo.
Nos pasamos discutiendo durante siete años cómo Argentina puede tener un índice de precios confiable. En el año 2014, los países más pobres de Latinoamérica, incluso algunos de África, tiene índices de precios medidos correctamente por sus Estados. No es una ciencia de la complejidad del manejo de la energía atómica, como ayer la presentaron Edwin e Itzcovich, en una puesta en escena innecesaria para tratar de rearmar lo que ellos mismos destruyeron.
Ahora vamos a lo importante: el Gobierno reconoció por primera vez en siete años que Argentina tiene una inflación insoportablemente alta y que se está comiendo nuestra moneda. Para tener una idea de lo que significa la inflación del 3,7% de enero: en solo un mes Argentina experimentó más de la mitad de la inflación promedio de los países vecinos a lo largo de un año. Miremos algunos datos.
En todo 2013, la inflación en Uruguay fue del 8,5%, por encima de la meta del Banco Central que estaba entre 4 y 6%, y están preocupados. En Bolivia fue 6,5%, por debajo de la meta oficial. En Brasil, 5,9%, lo cual preocupó a Dilma Rouseff porque el objetivo era 4,5%. En Chile, 3%. Sí, menos inflación en todo un año de lo que tuvo Argentina en un mes. Salvo Brasil todos crecieron más que nosotros en 2013.
China, donde hay cuestionamientos sobre la transparencia de los índices, dice que fue 2,5% con tasas de crecimiento arriba del 8% anual. Y Estados Unidos mostró una inflación del 1,2%. Es decir que Argentina soportó en un mes más de tres veces la inflación de Estados Unidos en un año.
Sin entrar en la discusión de si esos países tienen o no un modelo de matriz diversificada con inclusión social, hay que entender algo elemental. Si Argentina exhibe una inflación del 30% anual y Estados Unidos de poco más del 1%, para seguir manteniendo la competitividad de nuestra producción nacional –para vender las exportaciones en mercado internacional y enfrentar las importaciones en el mercado doméstico-- hay que subir el dólar todos los años. Sino los productos "made in Argentina" --con los puestos de trabajo que implican-- se vuelven demasiado caros en dólares y no pueden competir con la producción extranjera.
Pero devaluar todos los años no está bueno, porque a la larga nos quedamos sin moneda.
Costó mucho, tal vez demasiado: corrida al dólar, fuga de capitales desde 2007, huida del peso, una gran pérdida de reservas, el adiós a las altas tasas de crecimiento y el estancamiento del empleo. Pero por lo menos ayer se dio un paso importante. El Gobierno al fin reconoció la inflación, la causa de todos los males actuales. Ahora la pregunta es sencilla: ¿cómo hacemos para combatirla?
* Editorial del programa PLAN M, de lunes a viernes a las 21hs, por Canal 26.
Por: Maximiliano Montenegro
El 3,7% de inflación que reportó el Indec para enero está en línea con el 4,6% en promedio de las consultoras privadas. Estas últimas solo encuestan en Capital y el Gran Buenos Aires, donde el impacto del fuerte aumento de colectivos en enero eleva aún más el índice. El nuevo IPC del Indec mide la inflación en todo el país, lo cual diluye el peso del ajuste en las tarifas del transporte en el área metropolitana.
El nuevo índice de precios todavía despierta algunas dudas. Por ejemplo, el Indec no difundió el costo de la Canasta Básica Alimentaria, con la que se mide la indigencia, ni de la Canasta Básica Total, con la que se mide la pobreza, algo que se hacía simultáneamente con los índices de precios al consumidor. Si se revisaran estos indicadores con propiedad quedaría al desnudo que la pobreza y la indigencia son, por lo menos, tres veces más altas que las cifras publicadas por el Indec en los últimos años.
Además, el nuevo índice no será reconstruido para atrás, porque el Gobierno dispuso una "autoamnistía" sobre la actuación de Moreno desde 2007. Así que las estadísticas de la Argentina mostrarán por ahora un salto brusco a partir de enero de 2014. Antes de esa fecha era y seguirá siendo otro país para la estadística oficial.
El kirchnerismo fue el principal responsable de privatizar las cifras de la inflación. Siete años mintió, truchó, falsificó los datos del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos. Es lógico que floreciera el mercado de las cifras de las consultoras privadas, muy demandadas por las empresas ávidas de algún parámetro mínimo de referencia sobre la evolución de los precios a lo largo del año para elaborar sus proyecciones económico-financieras.
Es de esperar que en el futuro, si se reconstruye la credibilidad en el índice oficial, ese mercado entre en recesión.
El Gobierno aceptó empezar a blanquear las cifras de inflación, por primera vez en 7 años, presionado por la realidad económica. Pero también por el Fondo Monetario Internacional, que exige estadísticas confiables como paso previo para negociar un acuerdo, que a su vez abra las puertas para un arreglo del Club de París. No casualmente ayer mismo, desde Washington, el FMI emitió un comunicado saludando la publicación del nuevo índice y en las próximas semanas viajarán a Washington funcionarios de Economía para completar los deberes.
Fue insólita la presencia de Ana María Edwin y de Norberto Itzcovich al frente del nuevo índice de precios junto al ministro Axel Kicillof. Son los dos funcionarios de Moreno que están entre los máximos responsables de la destrucción del INDEC.
Fue insólito porque el Gobierno necesita con el nuevo índice de precios no solo cumplir las condiciones del FMI. Debería estar más preocupado en reconstruir la confianza de la sociedad en el nuevo termómetro para que no se potencien las expectativas inflacionarias de trabajadores y empresarios, que buscan cubrirse --como ocurrió en los últimos años-- frente a una inflación real que nadie sabía bien cuál es. Así que por las dudas todos le cargan un poquito más para no quedar atrás de la escalada de precios.
La permanencia de Edwin e Itzcovich al frente del INDEC son la prueba de que la presidenta toma algunas decisiones imprescindibles a regañadientes.
Pero no es momento de quejarse. Insisto, Cristina no desaprovechó esta última oportunidad que tenía de reconstruir el termómetro, que es muy frágil y habrá que cuidar mes a mes de que ningún funcionario lo sacuda demasiado para que no se rompa de nuevo. En febrero, en marzo, en abril...hay que cuidarlo.
Nos pasamos discutiendo durante siete años cómo Argentina puede tener un índice de precios confiable. En el año 2014, los países más pobres de Latinoamérica, incluso algunos de África, tiene índices de precios medidos correctamente por sus Estados. No es una ciencia de la complejidad del manejo de la energía atómica, como ayer la presentaron Edwin e Itzcovich, en una puesta en escena innecesaria para tratar de rearmar lo que ellos mismos destruyeron.
Ahora vamos a lo importante: el Gobierno reconoció por primera vez en siete años que Argentina tiene una inflación insoportablemente alta y que se está comiendo nuestra moneda. Para tener una idea de lo que significa la inflación del 3,7% de enero: en solo un mes Argentina experimentó más de la mitad de la inflación promedio de los países vecinos a lo largo de un año. Miremos algunos datos.
En todo 2013, la inflación en Uruguay fue del 8,5%, por encima de la meta del Banco Central que estaba entre 4 y 6%, y están preocupados. En Bolivia fue 6,5%, por debajo de la meta oficial. En Brasil, 5,9%, lo cual preocupó a Dilma Rouseff porque el objetivo era 4,5%. En Chile, 3%. Sí, menos inflación en todo un año de lo que tuvo Argentina en un mes. Salvo Brasil todos crecieron más que nosotros en 2013.
China, donde hay cuestionamientos sobre la transparencia de los índices, dice que fue 2,5% con tasas de crecimiento arriba del 8% anual. Y Estados Unidos mostró una inflación del 1,2%. Es decir que Argentina soportó en un mes más de tres veces la inflación de Estados Unidos en un año.
Sin entrar en la discusión de si esos países tienen o no un modelo de matriz diversificada con inclusión social, hay que entender algo elemental. Si Argentina exhibe una inflación del 30% anual y Estados Unidos de poco más del 1%, para seguir manteniendo la competitividad de nuestra producción nacional –para vender las exportaciones en mercado internacional y enfrentar las importaciones en el mercado doméstico-- hay que subir el dólar todos los años. Sino los productos "made in Argentina" --con los puestos de trabajo que implican-- se vuelven demasiado caros en dólares y no pueden competir con la producción extranjera.
Pero devaluar todos los años no está bueno, porque a la larga nos quedamos sin moneda.
Costó mucho, tal vez demasiado: corrida al dólar, fuga de capitales desde 2007, huida del peso, una gran pérdida de reservas, el adiós a las altas tasas de crecimiento y el estancamiento del empleo. Pero por lo menos ayer se dio un paso importante. El Gobierno al fin reconoció la inflación, la causa de todos los males actuales. Ahora la pregunta es sencilla: ¿cómo hacemos para combatirla?
* Editorial del programa PLAN M, de lunes a viernes a las 21hs, por Canal 26.
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